Estaba en una situación de esas que hacen que te afloren todo tipo de sensaciones, el país era un caos y las ciudades eran campos de batalla entre dos ejércitos de fuerzas demasiado desiguales. Por un lado todos esos manifestantes, la población turca echada a la calle para revindicar no solo su situación, sino también la de sus congéneres vegetales. Frente a ellos columnas de soldados, armados con armamento urbano, protegidos por armaduras, casos, escudos, apoyo terrestre y aéreo. Despojados de su identidad, sin alma, con la humanidad borrada, cambiada por un número y un sin fin de ordenes.
Era el sexto día de batalla y ya llevábamos dos muertos, muertos que nunca contarían y que simplemente pasarían al olvido por no ser un hecho de agrado político, esas basuras que se deben tapar para que nadie las huela y con el tiempo creen un abono que nutra la naturalidad para una opresión mas acuciante.
Había estado lanzando piedras, corriendo como un poseso, gritando y con una actitud mas que activa, pero ahora tocaba relajarse, esconderse para descansar piernas y mente, probar el hash de una zona experta en la materia y porque no, buscar la noticia.
Al rato de estar vagabundeando por la ciudad me encontré con una escena bastante atípica, llamaba la atención de cualquiera que en ella se fijara, en la puerta de lo que de forma bastante etérea podíamos denominar "tanatorio" había un grupo de plañideras rodeando a un monstruo enorme de brazos comidos por los ciclos. Un fotógrafo se acerco a él y éste sin mediar palabra le propinó una patada en el ojete creando fisura y olvidando las ganas del cámara de volver a intentar entrar. No parecía que la prensa estuviese muy aceptada en aquel lugar, no tuve que deshacerme de mi pase, puesto que con las prisas ni lo había pedido, pero aquel spray de pimienta que le robe a la prostituta de turno me iba a venir de perlas, quizás estuve demasiado alentado por las dos litronas que me había bebido, pero me rocié los ojos con aquella mierda y después de varios minutos de sufrimiento y agonía me dispuse a entrar en aquel lugar. Entre las pintas y la cara desencajada logré pasar entre las rendijas permisivas que la mente obnubilada del gorila dejaba vacías de contenido.
No puedo desmerecer según que drogas, pero si con el spray y la cerveza el hash había bajado un poco, al ver la escena que frente a mi se desarrollaba lo dejo en los tobillos. Todavía me lloraban los ojos a mares y mi mente se cuestionaba el porque de tanta pimienta y tan poca neurona, pero era capaz de reconocer a una gran mayoría de personajes del lugar. En la recepción, y me costó horrores no descojonarme, se encontraba el señor Abdullha Gül, tremendamente afectado por todo, incapaz de articular una palabra. Se limitaba a estar de pie, metido en su sien preguntándose seguramente el porque de todo lo que estaba viviendo y exteriorizando un saco de tics, el belfo para un lado, doble guiño, espasmo en el cuello y oreja vs hombro, guiño, belfo, belfo otra vez y gritito... luego volvía a empezar... "estas fatal", pensé. Una señora de buenas formas me quiso agradecer mi presencia, pero fue comedida al ver mi expresión de derrumbe.
Había mas de una decena de corrillos de gente formados por personas de alto nombre político a nivel estatal y europeo, reunidos en grupos de cuatro o cinco personas, por lo que pude oír la gran mayoría hablaban sobre como difuminar toda la problemática, ya que los muertos hay que tratarlos con guante de seda si no quieres caerte del caballo del poder. Como atajar el problema era materia de discusión, pero había consenso en que estos hechos iban a requerir de esfuerzo y atención. A decir verdad todos excepto Bülent y Yasar Büyükanit, estos dos se dedicaban ha hablar de no se que pantalla del Battlefield y a WhatsAppearse con algún colega de la armamentística de turno, imagino algo como "necesitamos mas gas lacrimógeno, tráete como pa´ 3 manis y dos botellitas del tinto ese del otro dia", pero en turco, claro!
Lo que era digno de llamar la atención de este humilde periodista era la uniformidad de todos, pese a estar conversando tranquilamente sobre como salvar el culo en situaciones de alarma social era bastante extravagante ver sus atuendos, todos vestidos con trajes de buceo completos: aletas, neopreno, pesos, bombonas, reguladores, gafas... y con toda naturalidad, de forma constante y repetitiva, incansables, sacaban euros de sus carteras, billete a billete y lo dejaban caer al suelo, uno tras otro, de forma casi melódica, todos al unísono. No imagino mi cara, estupefacción absoluta, locura transitoria y grotesca performance que decidí dejar al margen para fijar mi atención en otros asuntos que allí se cocían.
El féretro contenía el cuerpo ya sin vida de aquel joven muerto por los balazos de alguien llevado a la locura, víctima de una lucha sin cuartel, de una batalla perdida hace años contra el inmovilismo, de una revuelta que será sofocada como tantas otras. A su lado padre y madre lloraban desconsolados en medio de aquel percal, de una escena que se había convertido en un sketch tragicómico de muy mal gusto. Justo detrás se encontraba el personaje que quería observar, el grandioso, el genuino y super mega doctorado por la Universidad Europea de Madrid Recep Tayyip Erdogan, economista, político, pero sobretodo persona humana, un lider.
Me costó avanzar hasta llegar a una distancia que me permitiera escuchar aquello que conversaba de forma ferviente con su mujer, los dos palmos de billetes en el suelo frenaban mi marcha y hacían cada vez mas costoso el moverse por la sala. Puse la oreja y todos mis sentidos en esa pareja, ella parecía intentar llamar a la empatía de aquel primer ministro comido de setas, el pataleaba cual nene pequeño pero al final y a regañadientes accedió, era lógico que debía dar el pésame a aquella familia y para allí que se fue.
Los billetes nos cubrían ya hasta la cintura, Erdogan se situo frente a la madre mientras los grupos de politicuchos trastornados empezaban ya a gritar cánticos propios de los hinchas del Galatasaray
"Señora Comert...." un espasmo interrumpió sus palabras, lo intentó de nuevo pero no logró pasar del apellido, el mismo para el padre, la madre y el muerto.
"Señora Comert..." y entonces ocurrió la desgracia, el Primer ministro explotó en una carcajada sonora a varios cintos de metros a la redonda, "HAHAHAHAHAHAHA" No podía parar de reír, volviéndose cada vez mas y mas rojo, pasando a señalar con su dedo índice y casi ejecutor a esa familia que no podía hacer otra cosa que agachar la cabeza y llorar con mas fuerza.
Los billetes nos llegaban al cuello, los buzos fueron desapareciendo, Erogan se quedó un rato mas para no desaprovechar el regocijo y había llegado la hora de que yo me marchara con el interior estremecido. Al salir de allí vi como todo el lugar quedaba inundado por billetes falsos, estaban a punto de llegar los albañiles a tapiar el lugar, las plañideras y el monstruo hacía tiempo que habían abandonado el tanatorio y frente a la puerta principal, en unas escaleras manchadas por la sangre de algún manifestante me encendí un cigarrillo para enturbiar mi alma destrozada por lo que acababa de acontecer.
El último en salir fue Tayyip, la familia no salió. El Primer ministro se encendió un puro y pronunció estas palabras:
"las mezquitas son nuestros cuarteles, las cúpulas nuestros cascos, los minaretes nuestras bayonetas y los creyentes nuestros soldados"
Era hora de coger el avión que me devolvería a mi isla... pero al apagar el pitillo mi rumbo era otro, era hora de ir a la plaza Taksim.
DaniZé